sábado, 4 de mayo de 2013

El papel del padre en la lactancia

Tradicionalmente la crianza ha sido principalmente competencia de las madres, mientras que los padres se encargaban de abastecer de alimentos a la familia. Actualmente la tendencia es compartirlo todo entre hombre y mujer, y que los padres se involucren al máximo en la crianza.
El cambio es lento y supone un esfuerzo porque todavía estamos siendo padres las generaciones que hemos crecido viendo que la madre asumía todo el papel.

Madre sólo hay una

Pero es importante respetar unos principios:
La psicología nos enseña que los bebés sólo pueden crear lazos de apego intenso con una persona, su cuidador principal, y con la lactancia materna siempre es la madre. Un bebé no puede tener dos figuras de apego principales: padre y madre. Primero es la madre, y cuanto mejor relación tenga con ella, mejor relación tendrá con las figuras de apego secundarias: padre, hermanos, abuelos…
Al principio los padres nos sentimos desplazados por no poder darle de comer y ver que nuestro hijo sólo quiere estar con su madre. Pero esto es lo normal y también sucede en todo el reino animal. La cría siempre está pegada a su madre, que es quien la alimenta y con quien en el momento de nacer, en condiciones normales, hizo su impronta.

Amamantar, lo único que sólo ella puede hacer

No es necesario compartir la alimentación del bebé durante las primeras semanas para sentirse partícipe como padre. Amamantar es lo único que sólo ella puede hacer. Nosotros podemos mecer, abrazar, consolar, bañar, pasear, jugar, cambiar el pañal…
También podemos ser conscientes del valor tan grande que tiene la lactancia materna y de que lo normal es que la madre sea imprescindible para el bebé y que nuestra figura de padre sea secundaria para él en un primer momento, aunque muy necesaria para la mamá.
Conforme los bebés crecen, se amplía el apego y la necesidad que sienten hacia el padre. A través del juego y del contacto diario se desarrolla la relación padre-hijo.

Desde antes del parto

El apoyo del padre es importante ya antes del parto. Tenemos el deber de informarnos junto a nuestras parejas de las mejores opciones para que la bienvenida al mundo del bebé sea la mejor y la que resulte con menos daños tanto para la madre como para el hijo. Es nuestro papel acompañarla y defender a ambos durante el proceso, evitando el exceso de medicalización que tanto daño puede causar.

Nada que ver el papel del padre en un parto medicalizado (con la mujer llena de cables y rodeada de máquinas con luces parpadeantes que intimidan y te hacen sentir que quizás estorbas a los profesionales sanitarios) con el papel del padre en un parto natural, donde la implicación es máxima y  a menudo se convierte en un puntal, a veces incluso en el sentido literal de la palabra.

Después, cuando la madre está agotada del desgaste físico, moral y emocional que supone el parto, será imprescindible su apoyo incondicional en las primeras tomas.
También es nuestro papel hacer de “guardián”  y filtrar las previsibles visitas para preservar el descanso, la intimidad y el vínculo de madre e hijo. Esto es todavía más importante si el parto ha sido mediante cesárea u otra intervención.

Si la madre, después del parto, estuviera tan mal que no pudiera tener a su hijo consigo, el mejor lugar donde puede estar el bebé es piel con piel con su padre. Pero la madre siempre ha de tener prioridad, porque es el cuerpo de la madre el que nuestro bebé espera encontrar, aunque hay que reconocer que es mejor el padre que una incubadora o cuna térmica. El papel del padre es pelear para que su bebé y su mujer estén juntos.

La tristeza posparto o baby-blues

Las mujeres tras el parto pasan por un periodo de extrema sensibilidad emocional. Todo se les hace una montaña, tienen los sentimientos a flor de piel y necesitan ser escuchadas y comprendidas.  En esos momentos nuestro apoyo es fundamental y la escucha y los abrazos ayudan mucho. Puede suceder que la madre presente grietas u otro problema en la lactancia. Esto puede ser terriblemente doloroso y es muy fácil que se venga abajo y acabe tirando la toalla. El apoyo moral para que siga adelante y buscar ayuda en un grupo de apoyo a la lactancia cercano es primordial.

Entonces nuestro papel es el de cuidar a la madre para que ella pueda cuidar al bebé.
Es importante disponer de tiempo, solicitando con anterioridad días libres, vacaciones, permiso, lo que haga falta para que al menos el primer mes, que es el más crítico, ella no esté sola. Si no es posible, cosa totalmente injusta porque la experiencia de ser padre es única y un hecho de suma importancia en la vida de cualquier persona, hay que preparar el posparto buscando una persona de confianza que cuide a la madre durante este tiempo.

Liberar a la madre de las tareas domésticas

El padre tiene el papel de liberar a la madre de todas las tareas domésticas y hacerse cargo también de los otros hermanos si los hay. Y además le tiene que quedar tiempo para hacer papeleos y más papeleos importantes e ineludibles y dar apoyo y cariño a su mujer.
¡¡¡Todo un reto!!!
La primeras semanas ella ya tendrá suficiente trabajo con amamantar al bebé con frecuencia día y noche y mantener cubiertas sus propias necesidades básicas de higiene y descanso.

Sosteniendo la maternidad

La función del hombre es pues sostener la maternidad y, en la sociedad actual, hacer lo posible por suplir la falta de tejido social de apoyo mutuo de las mujeres.

Por el camino irán surgiendo las oportunidades para establecer nuestros propios vínculos, ocasiones no faltarán, cuidar a un hijo no es solamente darle leche y antes de que nos demos cuenta el tiempo pasará, llegarán los alimentos complementarios y sobradas oportunidades de prepararles la comida, sin que por ello sea preciso privarles de la lactancia materna.
Cuando los hijos crecen y se hacen más autónomos, la función del padre es proteger su crecimiento y su aprendizaje en el entorno más libre y sano posible desde el punto de vista emocional. Podremos informarnos junto a la madre de otros temas, como los hábitos saludables de alimentación y la educación.
Ser padre es, pues, todo un reto para el hombre moderno, pero tiene sus compensaciones.

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